Abordar la pérdida de un ser querido no es algo fácil ni agradable para ninguna persona. Es seguramente una de las cosas más difíciles de asumir en esta vida, donde estamos impregnados por la emoción de dolor y desolación, y necesitamos un periodo de tiempo determinado, que variará en función de la persona y su experiencia, para aceptar la nueva realidad y recuperarse a uno mismo y su ritmo habitual de vida.
Tan difícil como asumir esto puede resultarnos tener que comunicar la muerte de un ser querido a nuestros hijos. “¿Qué debería decirle? ¿Es mejor contárselo u ocultarlo? Y si me pregunta, ¿cómo se lo explico? ¿Está bien decirle que simplemente se ha ido por un tiempo largo, para que así no sufra? ¿Es bueno que me vea llorar?”. Dudas como éstas pueden rondar por la mente de todos nosotros en algún momento cuando de lo que se trata es de poner en palabras un suceso de este calibre de cara a explicárselo a nuestros hijos.
Con el fin de dar respuesta a algunas de estas preguntas y de ofrecer recursos a la hora de afrontar una situación de este tipo, tiene cabida este artículo.
Es cierto que hablar de la muerte y lo que la rodea no es un hecho normalizado en nuestra sociedad. Tratamos de evitar mirar de frente a éste suceso que es inherente a la vida misma o hablar de él, y lo hacemos, en gran medida, por el terrible malestar que conlleva asociado. Desafortunadamente, muchos procesos de duelo se complican cuando no elaboramos adecuadamente la pérdida de un ser querido, cuando evitamos entrar en contacto con el dolor que nos provoca, cuando intentamos pasar rápido por encima de esa experiencia…
La cuestión es que, en cualquier caso, estemos hablemos de niños o adultos, dos de los aspectos clave que favorecen un proceso de duelo saludable y beneficioso son el afrontamiento y la aceptación de los diferentes estados emocionales que van a tener lugar durante el proceso. Eso sí, el modo en que lo hagamos y el tiempo que requiera, va a depender de aspectos tan fundamentales como nuestro momento evolutivo, nuestros recursos personales y nuestra historia de vida.
Podemos decir, por tanto, que hablar de muerte es beneficioso en la medida en que previene que ésta experiencia pueda resultar aún más dolorosa o pueda convertirse en algo patológico, con las consiguientes dificultades añadidas.
Como adultos, tratamos de proteger a nuestros hijos de cualquier posible fuente de sufrimiento, de las adversidades de la vida, de los verdaderos monstruos… Queremos que crezcan felices, ajenos a las tragedias y procuramos, “así”, su seguridad. Pero, ¿de verdad evitamos de esta manera que sufran? ¿Es cierto que apartando a nuestros hijos de esta realidad, les protegemos?
La realidad es que, lejos de asegurarles un camino de dulzura, podemos estar dificultando el desarrollo de sus propias competencias de afrontamiento, unas competencias que va a necesitar a lo largo de su vida para poder hacer frente a esa cara amarga y para poder seguir desarrollándose bajo una base de seguridad.
En la vida, desafortunadamente, tienen cabida estados de dolor y circunstancias complicadas, como la muerte. Si no preparamos a nuestros hijos para lidiar con ellas, pueden llegar a tener dificultad en el futuro para gestionar determinadas emociones, conflictos interpersonales y momentos de crisis personal.
No obstante, a la hora de hacerlo, tendremos que tener en cuenta su momento evolutivo. Cada edad va a requerir unas palabras, un ritmo y un tipo de información determinada.
Adaptarnos a las necesidades de nuestro hijo en función de la etapa del desarrollo en la que se encuentre va a ser fundamental.
A pesar de que en ocasiones pueda no parecerlo, los niños y los adolescentes perciben la muerte de sus seres queridos, la sienten y se preguntan cosas. También notan el dolor y la inquietud de sus adultos, aunque a veces tratemos de ocultarlo. Ellos, tras advertir nuestra intranquilidad, pueden interpretar que es mejor no preguntar. Pero esto no significa que su necesidad de saber está siendo mitigada. Más bien, puede suceder al contrario: su malestar se incrementa al ver la inquietud que le generan al adulto sus preguntas. Ante esto, muchas veces optan por callarse, y podemos seguir interpretando erróneamente su silencio.
Sin embargo, sus dudas, sus inquietudes, temores y dolor han de ser atendidos y escuchados. Los niños se hacen multitud de preguntas diferentes sobre cosas de la vida y, en este sentido, también las tienen sobre la muerte. Los niños se percatan de los cambios que van aconteciendo, aunque el ritmo al que lo hagan corra en paralelo a su propio crecimiento. Su concepto de muerte está en construcción, se irá digiriendo poco a poco y debemos acompañarlos.
Es por eso que callar, ocultar o dar explicaciones erróneas sobre lo que sucede a nuestro alrededor solo probabilizará que la experiencia de la muerte, además de resultar muy dolorosa, se pueda complicar.
Cuando les falta información, pero intuyen que algo ocurre, tienden a generar sus propias teorías, con el fin de disminuir su inquietud. Es aquí donde, como adultos, tenemos un papel importante, para ayudarles a responder sus dudas y generar una idea ajustada a lo que necesitan saber y a su grado de desarrollo cognitivo. También para evitar que las propias conclusiones que ellos saquen, les puedan generar más angustia. Seremos modelos y si queremos favorecer una adecuada gestión emocional por su parte, será importante que como padres nos demos permiso para mostrarnos tristes y decaídos cuando lo estemos, y trataremos de explicarles qué emoción es la que sentimos y a qué se debe. Lo haremos, eso sí, ajustando nuestro grado de expresión emocional. Por ejemplo: “mamá/papá está triste, porque echa de menos al abuelo… tener pena no es algo malo, lloramos un ratito y nos ayuda a sentirnos mejor”.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, a pesar de que hemos podido explicar a nuestro hijo qué es la muerte, esto no significa que emocionalmente vaya a asimilarlo de manera inmediata. Entender la muerte conlleva ambas partes, racional y emocional, que no siempre son elaboradas al mismo tiempo. No es lo mismo saber, que asimilar lo que se sabe.
Algo fundamental y transversal a cualquier edad, será que ellos nos expliquen qué entienden y piensan de la muerte, preguntarles qué sienten y qué necesitan, para así poder ajustar nuestras respuestas a su estado psicológico y ayudarles en su elaboración del duelo.
Ya hemos hablado varias veces en este blog de la importancia psicológica del lenguaje. El lenguaje es muy potente y los niños son muy literales a la hora de entender nuestras explicaciones. Por eso será muy importante las palabras que utilicemos, así como el modo de decirlo.
El adolescente, por su parte, tampoco maneja toda la información. Solemos considerarlo en ocasiones como un adulto cuando, en realidad, se encuentra en un momento vital de su desarrollo, de formación de ideas y actitud crítica, y de búsqueda de identidad. Por eso, también en su caso, deberemos acompañarlos para responder sus dudas, respetando su espacio y su ritmo. También debemos estar para ellos, aunque lo hagamos en la distancia.
Trataremos de hacerlo con cuidado, hablando con delicadeza y utilizando unas palabras adecuadas a su momento evolutivo. Sin mentiras, sabiendo esperar y siendo graduales a la hora de dar información para ajustarnos a su ritmo. Si es necesario, en pequeñas dosis, apropiadas a nuestro hijo. Con empatía, cariño, respeto y escuchándolos activamente. Pero fundamentalmente, lo haremos siempre tratando de aportar seguridad y con inclinación a decir la verdad.
Intentaremos evitar decir algo que sea falso para no generar problemas añadidos e impedimentos para el desarrollo de sus recursos personales de afrontamiento.
Continuaremos ahondando en este tema en un segundo artículo donde profundizaremos en cómo podemos ajustar nuestra explicación en función de la edad de nuestro hijo y de la concepción que tienen de la muerte en función de su momento evolutivo.
“El duelo es algo bueno. Es la forma de ir a través de las transiciones de la vida.”-Rick Warren.
Autoría original del artículo: Marina Bazaga Santorio, Psicóloga General Sanitaria.
2 Comentarios
Un post muy útil e interesante, ya que abordar estos temas siempre resulta complicado. Muchas gracias Marina!
Me alegra que te haya gustado Noelia. Es cierto que son temas complicados de manejar. ¡Un saludo!