Está a la vuelta de la esquina. Empieza a hacer calor y el buen tiempo nos lleva a los pantalones cortos, los baños en la piscina y las bebidas fresquitas en las terrazas con amigos. Sin embargo, esto mismo puede ser un motivo de estrés ya que puede no gustarnos lo que anticipamos. Y es que ver la televisión y su publicidad, ir a hacer la compra, e incluso charlar con unas amigas nos pueden poner en contacto con que es momento de hacer dieta para estar perfectas y perfectos, de rápidamente hacer ejercicio para tonificar nuestro cuerpo para la playa, etc. Nos ponemos en contacto con una realidad aumentada y distorsionada. ¿Hemos pasado un año relativamente tranquilos y ahora resulta que nuestra imagen es un desastre?
Podemos acudir a operaciones bikini diversas, dietas, horas y horas de gimnasio,… pero esto no va a funcionar.
No funcionan porque las dietas solo tienen un objetivo, que es adelgazar, pero en ningún momento están asociadas a disfrutar ni a sentir placer. Carecen de recompensas y el proceso se vive con frustración. En estas dietas suele haber mucha exigencia, poco sabor y mucha prohibición.
Otras dietas nos prometen que no pasaremos hambre, a veces revestidas de “salud” pero muchas carecen de nutrientes esenciales para nuestro cuerpo y a largo plazo podemos encontrarnos con problemas de salud.
Lo que sabemos es que estos trucos y dietas no se ocupan de si estamos bien o mal en ellas, de si cabe dentro pasarlo bien y disfrutar de la comida y de nuestro tiempo libre. De aceptar y querer nuestro cuerpo. Es por ello que solemos abandonarlas, a veces incluso produciéndose el famoso “efecto rebote”.
Cuando nos prohibimos ciertos alimentos lo que hacemos sin querer es dotar a estos estímulos de más potencia, es decir, que estos alimentos cobren un valor mayor para nosotros. Esto se traduce en que nos genera ansiedad no poderlos ingerir porque los deseamos, incluso más que antes, y parece inevitable no darnos algún “atracón” con ellos, sentirnos mal si un día los comemos, o no poder dejar de pensar en ello y no disfrutar de otros alimentos y de otras actividades.
Esto es difícil de manejar ya que puede condenarnos a estar haciendo dieta de manera constante. Esta dinámica es la que puede llevarnos a sentirnos mal con nosotros mismos, sentirnos completamente frustrados con nuestro cuerpo y nosotros mismos e incluso desarrollar algún tipo de trastorno alimentario (TCA).
Querer cuidarse es un deseo fantástico y sano. No solo estar guapas y guapos, que es algo que la mayoría deseamos, sino tomar conciencia de nuestra alimentación, de hacer ejercicio. Y la mejor noticia es que esto puede hacerse sin sufrir, sin pasar hambre, sin tener alimentos prohibidos ni pasar los días en el gimnasio.
La dieta más efectiva es no hacer dieta.
Ya hemos visto lo que tradicionalmente ha consistido hacer dieta, además de que se entiende que es algo temporal y puntual. Sin embargo, la clave para cuidar la línea y la salud todos los días del año no va a estar en las dietas sino en instaurar unos buenos hábitos de alimentación.
Nuestra recomendación es seguir la conocida Dieta Mediterránea, que de «dieta» no tiene nada, sino una composición variada y completa de alimentos en los que se establecen un orden en cuanto a cantidades saludables. Lo que funciona no es prohibirse alimentos y comidas sino poder incluir todo en la medida más adecuada.
No tienes por qué hacer esto sola/o. Si quieres recibir asesoramiento, tienes dudas o te resulta difícil poner esto en marcha por tu cuenta en Nexo podemos ayudarte a que puedas cumplir tus objetivos, a instaurar hábitos más saludables respecto a tu cuerpo y tu alimentación y estés más a gusto contigo misma/o.
Sara Villoria García – Psicóloga.
Guisasola,M. con especialistas de la universidad de Navarra, (2012) La Dieta Holística. Clínica Universidad de Navarra.