La Psicología ha alcanzado un grado de reconocimiento social importante en gran medida gracias a la eficacia de sus técnicas de intervención. Habiéndolo demostrado allí donde el comportamiento de las personas es relevante, ya sea en el ámbito de la salud mental, como en el deportivo, escolar,… Y, si hay un grupo de técnicas especialmente exitosas a las que debemos el reconocimiento social antes mencionado, son las que pertenecen al campo denominado Modificación de Conducta o Terapia de Conducta. En nuestro país el primer manual de Modificación de Conducta, con el que muchos nos formamos, fue publicado en 1984 (Mayor y Labrador).
Por supuesto, la Psicología no fue siempre una profesión así de reconocida. Hace relativamente poco tiempo, durante la II Guerra Mundial, el panorama era bien distinto. La demanda de procedimientos de intervención para los veteranos que regresaban del conflicto bélico con problemas psicológicos era enorme. Sin embargo, las técnicas eran de una ineficacia vergonzante para los psicólogos de la época.
En un gesto de honestidad científica, algunos psicólogos se propusieron demostrar en qué medida la escasa eficacia observada era una realidad tangible. El estudio más impactante fue el realizado por H.J. Eysenck (1952), quien demostró que lo que hacíamos los psicólogos en aquella época para tratar la neurosis no era más eficaz que la recuperación espontánea. Había que ponerse manos a la obra para transformar una realidad que por más que nos pesara, era incuestionable: la tecnología generada por la Psicología era de poca utilidad. Como los fracasos son lecciones que uno tiene por aprender, es al propio Eysenck (1981) a quien debemos hoy uno de los procedimientos más eficaces para abordar dichos problemas de psicológicos.
¿Qué cambió a partir de entonces?, ¿qué facilitó que el diseño de procedimientos de intervención para los problemas psicológicos, dentro de la Terapia de Conducta, fueran tan eficaces? Son cuestiones que siguen teniendo la vigencia de entonces, orientando la investigación de nuevas técnicas y mejorando las presentes.
La respuesta está en que los psicólogos de orientación conductista asumieron una serie de premisas fundamentales. Resumidamente son las siguientes: (Labrador, 2008)
Así pues, la Terapia de Conducta surgida a partir del estudio científico del comportamiento, estaba apoyada, por un lado, en un sólido marco teórico y, por otro, en el rigor metodológico. Una metodología que debía demostrar sin paliativos que su eficacia iba más allá de mero transcurso del tiempo (recuperación espontánea).
Posteriormente, entre 1980 y 1990 del siglo pasado, se incluyeron técnicas cognitivas pasando a denominarse Terapia Cognitivo-Conductual, lo que conllevó un debilitamiento del rigor teórico. Las propuestas explicativas sobre el papel de la cognición en los problemas psicológicos eran «extrordinarimente simplistas» (Labrador. 2008, pág. 45). Haciendo imposible identificar con claridad qué funcionaba cuando la técnica era exitosa y, peor aun, qué estaba fallando cuando éstas no lo eran. De hecho, algunos estudios posteriores demostraron que la aportación de las técnicas cognitivas dentro de la Terapia de Cognitivo-Conductual, no añadía valor alguno a los procedimientos conductuales (N.S Jacobson, 1996).
Además, la brecha abierta por las técnicas cognitivas en la década de los 80 del siglo pasado, propició en ocasiones la idea del «todo vale con tal de que funcione». Haciendo de la Psicología una especie de tecnología sin base científica, planteamiento del que debemos protegernos. No olvidemos la expresión de alguien de la talla científica de Louis Pasteur:
«Las ciencias aplicadas no existen, sólo aplicaciones de la ciencia»
Las circunstancias que dieron lugar a la «intrusión» de las técnicas cognitivas de autores como Beck o Ellis en la Terapia de Conducta son variadas. Para profundizar en ello os recomiendo la lectura del artículo de R. J. Kohlenberg, M. Tsai y M.J Dougher (1993).
Hoy vivimos momentos de cambio francamente interesantes. Muchos investigadores están poniendo el acento de nuevo en emplear modelos teóricos robustos sobre los cuales diseñar técnicas de intervención en el pensamiento y el lenguaje. Bien utilizando los principios clásicos del condicionamiento pavloviano y operante (Froján, M.X, Núñez de Prado, M., & de Pascual R., 2017) dándole un nuevo enfoque explicativo a las técnicas cognitivas ya disponibles. Bien generando nuevos procedimientos de intervención a partir de la Teoría de los Marcos Relacionales (Hayes et al., 2006), a la que ya hemos hecho referencia en otras entradas.
Autoría original del artículo: Francisco Cózar de Quintana, Psicólogo Especialista Clínico.
Mayor J. y Labrador F. J. (eds.) (1984). Manual de Modificación de Conducta. Madrid: Alhambra.
Labrador F. J. (eds.) (2008). Técnicas de Modificación de Conducta. Madrid: Pirámide.