En nuestro país, la atención sanitaria durante el embarazo y el parto es bastante adecuada. Nuestro sistema de salud provee de buenos cuidados y seguimiento médico durante y después del embarazo, los protocolos son exhaustivos y eficientes y cuando nace el bebé los controles y cuidados están garantizados. Pero no ocurre así con la atención psicológica, según la OMS se estima que un 40% de las mujeres en los países desarrollados, padecemos algún tipo de trastorno mental durante o después del embarazo. En esta entrada me propongo reflexionar sobre los factores que inciden en la salud psicológica de la mujer durante este periodo y dejar para la siguiente los cuidados y prevención necesarios para abordar este problema.
En España alrededor de un 20% de mujeres sufren algún episodio de depresión o ansiedad durante el embarazo o después del parto, en muchos casos no es diagnosticada, según las estadísticas solo la mitad de ellas reciben tratamiento o la atención que necesitan y menos de la mitad, pide ayuda psicológica o psiquiátrica , lo que significa que se enfrentan a estos trastornos por sus propios medios con consecuencias a veces más graves, como la psicosis postparto o depresión crónica. Estas secuelas pueden marcar su vida futura y alterar la relación con el bebé. A la vista de estos datos, podemos deducir que, en occidente, se ha convertido en un grave problema de salud pública, de hecho en otros países como EEUU están implantando en su sistema de salud, programas para la detección temprana y la prevención en mujeres con riesgo de padecer estos trastornos.
Veamos algunos de los factores que inciden en ésta alta prevalencia de problemas psicológicos:
El embarazo en sí, aunque sea deseado, se puede considerar un estresor por la transformación de vida que supone. Los cambios fisiológicos, hormonales, de la imagen corporal, del estado de ánimo… no son idénticos para todas las mujeres y no todas tenemos los mismos recursos para enfrentar estas alteraciones, dependiendo de las características personales y de la historia individual se gestionarán de una forma más o menos adaptativa. Pueden existir muchos miedos asociados a esta situación, a perder la identidad como mujer para pasar a ser madre, a perder el control sobre el propio cuerpo, en este sentido la guía NICE sobre salud mental prenatal y post natal indica que durante el embarazo disminuyen los problemas asociados con la anorexia pero aumentan los episodios de atracones.
Los miedos asociados al parto y al nacimiento del bebé, sobre todo en madres primerizas. El miedo al dolor físico, al cansancio, así como las dudas sobre la capacidad para soportar las exigencias futuras del bebé y ser capaz de cubrirlas adecuadamente. Las expectativas sobre ser una “buena madre”, sentir un cariño absoluto, constante e ilimitado por el hijo, el “debo ser capaz de poder con todo”… se convierten en presiones que impiden disfrutar de la experiencia y merman la capacidad de reacción ante la nueva situación.
Las exigencias laborales. Las dificultades que vivimos actualmente las mujeres para conciliar la vida familiar con la profesional no ayudan a centrarse en los autocuidados y en la atención al bebé como lo prioritario. Cuando el bienestar económico se ve amenazado por circunstancias laborales se convierte en otro estresor, si se añade la «autoexigencia» de la mujer por demostrar que es capaz de formar una familia y rendir profesionalmente sin deterioro, tenemos el cóctel perfecto para sufrir ansiedad y poner en riesgo la autoestima.
La calidad de la comunicación en la relación de pareja. Para la mujer es muy importante sentirse apoyada y comprendida por el compañero, y como nadie puede adivinar las necesidades del otro/a, es necesario tanto saber pedir ayuda cuando se necesita, cómo saber decir NO cuando no se quiere o no se puede hacer algo.
La falta de experiencia con niños. Antes, la familia nuclear era bastante más extensa que la actual, las hermanas mayores criaban a los pequeños o siempre había un primo o sobrino que vigilar, hoy es frecuente llegar a la época reproductiva sin haber tenido contacto habitual con otros niños. Además, hoy día es más complicado poder contar con padres o hermanos que echen una mano cotidianamente, por la distancia de las ciudades y el poco tiempo libre de todos. Es lógico que surjan las dudas sobre “cómo me manejaré con el tiempo… ¿entenderé sus necesidades?… ¿y si me equivoco en algo grave?… son miedos abundantes que es necesario detectar y cambiar para proteger a la madre de ansiedad innecesaria.
Tener antecedentes de depresión y trastorno disfórico premenstrual. Haber tenido historia previa de trastornos psicológicos hace más vulnerable a la mujer de sufrirlos durante el embarazo o después del parto.
El “Baby blues” En el período del posparto, muchas madres primerizas experimentan con el nacimiento de su bebé el llamado “baby blues” o “maternity blues”, sufren episodios de llanto, cansancio, insomnio, pérdida del apetito, irritabilidad o simplemente se sienten sobrepasadas. Estas sensaciones pueden durar entre 2 y 7 días y es un cambio normal que no es motivo de alarma, se suele superar con cuidados y descanso. El problema aparece si este “maternity blues” se perpetúa en el tiempo y desencadena la llamada depresión posparto, ésta sí precisa de intervención. Lamentablemente, si no se atiende, los casos más graves pueden llegar a desarrollar psicosis en el posparto. Estos cuadros suelen estar acompañados de alucinaciones, incapacidad para cuidar de sí mismas o el bebé, pensamientos de suicidio y el infanticidio.
Los mitos sociales sobre la maternidad. En los medios de comunicación se nos presenta la maternidad como una etapa de felicidad plena, bebés guapos, sanos, felices, padres satisfechos. Pero en la realidad también existen los cólicos del lactante, la inmadurez del bebé para dormir, la irritabilidad, etc. La psicoeducación es la mejor herramienta para normalizar estos inconvenientes.
Madre soltera o pareja disfuncional. Sobre todo si la soledad no es elegida, es un periodo en el que se observa y compara el comportamiento de otras parejas, el trato entre ellos, cómo se apoyan o se dividen las tareas, cuánta atención presta a la madre su pareja… por lo que aumenta el riesgo de sentirse desprotegida si no tiene a nadie con quien compartir las distintas etapas.
Bajo nivel socioeconómico. Los recursos económicos y la formación personal son «colchones» para soportar las dificultades que se puedan presentar.
Ser madre adolescente. A las alteraciones normales de cualquier embarazo se añade la menor maduración física y psicológica de la joven. En este periodo del crecimiento es normal contar con menos recursos personales para resolver problemas, tomar decisiones y manejar situaciones complejas como el nacimiento de un bebé. Además las emociones tienden a desbordarse con frecuencia, ya que las habilidades de autocontrol y gestión emocional se aprenden en esa etapa.
Ser consumidora de sustancias tóxicas como drogas o alcohol. Además del daño que pueda hacer al desarrollo del feto, aumenta la vulnerabilidad para tener crisis de pánico y otros trastornos del espectro ansioso, como el TEP postparto (Trastorno de Estrés Postraumático)
Embarazo no deseado. Todos los obstáculos que plantea un embarazo no deseado, se convertirán en problemas que habrá que abordar e intentar resolver antes de que llegue el bebé
Imposibilidad de lactancia. Los estudios demuestran que dar el pecho es un agente protector tanto para el bebé cómo para la madre, ayuda a regular las hormonas manteniendo un buen nivel de oxitocina que actúa como antidepresivo.
Red de apoyo social deficiente. Qué la futura madre tenga personas en su entorno que le den seguridad y apoyo es un factor preventivo, tener buenas relaciones con la familia extensa y los amigos facilita un mejor enfrentamiento ante cualquier complicación.
Una vez identificados los factores de riesgo, es necesario realizar una evaluación psicológica adecuada para prevenir cualquier trastorno, de ahí la necesidad de que los servicios públicos de salud, cuenten con psicólogos en las unidades de obstetricia y servicios perinatales. Los conocimientos psicológicos aplicados al embarazo, parto y post parto han dado lugar a la Psicología Perinatal. Ésta es un área interesantísima y necesaria si queremos dar una atención integral, y no solo médica, a la salud de la mujer en este periodo tan determinante de la vida, aunque todavía está en los inicios en nuestro país donde apenas existe en los hospitales o centros de atención primaria. Desde Nexo, no nos cansaremos de insistir en la importancia de ofrecer atención psicológica desde el sistema de salud pública, como medio para ahorrar sufrimiento y dinero, haciendo prevención de los trastornos más comunes.