A todos nos sucede que en ocasiones tenemos pensamientos con los que no nos identificamos. Es posible incluso que nos preguntemos ¿es mío este pensamiento? A veces nos provocan emociones incómodas, estropeándonos el momento que estamos viviendo, pero quizás lo más curioso del tema es que frecuentemente cuanto más nos esforzamos en eliminar esos pensamientos, más se empeñan en quedarse a hacernos compañía, causando mayor desasosiego. Son los llamados pensamientos intrusivos.

Es cierto que el pensamiento es intencionado en multitud de ocasiones: preparando la maleta para un viaje, decidiendo qué operacClever pupil boy portraitión matemática es la más adecuada para hallar el dato que necesitamos,…

Pero no es menos cierto que otro gran número de pensamientos, aproximadamente unos 4.000 durante 16 horas de vigilia (Klinger, 1996), emergen de modo involuntario. . El contenido de dichos pensamientos y el momento en que surgen depende de nuestra historia de aprendizaje, de nuestra biografía. Algo de lo que, como es obvio, no podemos sustraernos y, por tanto, es necesario aprender a aceptar, dada nuestra condición de animales verbales.

Una de las variables que influye significativamente en que acabemos teniendo problemas con nuestros pensamientos son algunos tipos de reglas verbales (Luciano, 1992). Me refiero a aquellos contextos culturales en los que se enseña a las personas reglas que instan a ejercer control sobre determinados contenidos del pensamiento (“no desearás la mujer del vecino…”) con objeto de evitar consecuencias negativas que sucederían en un futuro más o menos lejano, algunas de ellas incluso después de que la persona haya abandonado este mundo (…o irás al infierno”). Se trata de un tipo de conducta gobernada por reglas que llamamos augmenting  y que se carateriza por alterar las propiedades de los estímulos que actúan como premios o castigos, transformando su funcionalidad.

Como decía al principio, un aspecto relacionado con la involuntariedad de la conducta que llamamos pensar es su aparición de modo inopinado. No siempre decidimos cuando y donde aparecerá un pensamiento. El otro aspecto relacionado con su involuntariedad tiene que ver con el contenido. La frase, idea o imagen que pensamos no es decidida por nosotros en todas las ocasiones, hasta el punto de que podemos no identificarnos con ella. Decimos entonces que es de carácter egodistónico, esto es, lo que pensamos es contrario a nuestros valores o deseos, por ejemplo, una persona que se considera a sí misma pacifista y que discutiendo con alguien piensa en golpeRechazar pensamientosarle.

Cuando experimentamos ese tipo de pensamientos y, al mismo tiempo, hemos aprendido reglas como las descritas antes, es harto probable que los pensamientos nos generen malestar. Y, en consecuencia, las personas intentemos hacer lo posible por erradicarlos o, en última instancia, no entrar en contacto con aquellas situaciones en las que dichos pensamientos han aparecido en el pasado. En el ejemplo de antes, la persona podría evitar por todos los medios discutir con nadie.

El problema en estos casos es que las reglas verbales alteran el valor de determinados contenidos del pensamiento, transformándolos en amenazantes. En consecuencia, motivando a las personas a actuar intentado controlar la aparición de dichos pensamientos. En este sentido, en nuestro contexto cultural a veces nos referimos a los pensamientos como “desviados”, “enfermizos”, “pecaminosos”, “malos”, “irracionales”, etc. Transfiriendo al pensamiento en cuestión (marco relacional de coordinación) toda la carga emocional asociada a lo desviado, enfermizo, a lo pecaminoso o a algo que está defectuoso. Consecuentemente, los individuos intentan corregirlos, sanarlos, eliminarlos, racionalizarlos,… para evitar las posibles consecuencias perjudiciales de ser los portadores de dichos eventos cognitivos.

Daniel WegnerLo cierto es que la Psicología lleva interesándose desde hace siglos por los efectos de la supresión de los pensamientos. No obstante, su estudio riguroso comenzó con los trabajos de Daniel Wegner, profesor de la Harvard University que despertó su curiosidad por el tema a raíz de leer una cita en la obra Notas de invierno sobre impresiones de verano de 1863 del escritor ruso F. Dostoyevky: “Intente imponerse la tarea de no pensar en un oso blanco y verá al condenado animal a cada minuto”. Abordaremos en otra entrada los estudios experimentales de Wegner y la línea de investigación que inauguró.

En definitiva, todo indica que cuando intentamos escapar a nuestro pensamientos desagradables, en muchas ocasiones, acabamos enredados en ellos, ocasionando un efecto rebote y teniendo el pensamiento incómodo con nosotros más tiempo del deseable. Esto no significa que eliminar todo tipo de pensamientos, en todo tipo de situaciones, ni para todas las personas sea inadecuado, ni que todos los procedimientos para hacerlo sean igual de perjudiciales (Fernández-Marcos y  Calero-Elvira, 2015)

 

Autoría original del artículo: Francisco Cózar de Quintana, Psicólogo Especialista Clínico.

Fernández-Marcos, T., Calero-Elvira, A. (2015) Efectos de la detención del pensamiento y la defusión cognitiva sobre el malestar y el manejo de los pensamientos negativos. Behavioral Psychology/Psicología Conductual, 23, 107-126.

Klinger, E. (1996). The contents of thoughts: Interference as the downside of Adaptive normal mechanisms in thought flow. En I. G. Sarason, G. R. Pierce, & B.R. Sarason (Eds.), Cognitive interference: Theories, methods, and findings. (pp. 3-23). Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.

Luciano, M.C. (1992) La conducta verbal a la luz de recientes investigaciones. Su papel sobre otras conductas verbales y no verbales. Psicothema, 4, 445-468 .

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